Todo lo que haces para otros lo estás haciendo para ti mismo.
Surja desde donde surja esa intención.
El que actúa directamente para su beneficio, no es distinto al que realiza buenas acciones para ganarse el cielo, la única diferencia es el momento en que llegará la recompensa esperada.
Todos nuestros actos por altruistas que parezcan tienen un beneficio secundario.
Hacemos favores para que nos los devuelvan, para que nos quieran, o para sentirnos bien y llenar vacíos.
Cuidamos enfermos para que nos agradezcan o nos quieran, para que hablen bien de nosotros o para alargar el momento en el que habremos de sufrir por su partida.
Cuidamos y nos preocupamos de los hijos aún en los momentos en que no nos apetece cuidarlos porque si les pasara algo sufriríamos tanto, que nos conviene cuidar que no les pase nada.
Siempre detrás de cada acción satisfacemos algún anhelo, necesidad o vacío, lo sepamos conscientemente o no.
Y si el universo no juzga y todo son experiencias, si la recompensa es dinero, sentirse querido, no sufrir, el cielo o la sensación de plenitud, depende de lo que cada uno ha decidido hacer con su existencia.
Con todo ésto estaría bien reflexionar acerca de los juicios que hacemos hacia aquellos que nos parecen egoístas, pues en realidad todos de un modo u otro, obtenemos beneficio de nuestros actos.
La diferencia no esta entre ser egoísta o altruista, está en ser consciente de la necesidad desde la que actúas y qué partes de ti alimentas con tus acciones.
Gemma Pitarch.