

Lo mas difícil para la mayoría es ver mas allá de su programación, para eso no se requiere unas capacidades o una inteligencia especial, se requiere «querer ver», se requiere estar dispuesto a aprender algo nuevo.
Las personas se sienten cómodas mirando solo aquello que refuerza las ideas que ya tienen. Pero no quieren mirar las ideas distintas en profundidad y con apertura, porque eso supone incomodidad y la posibilidad de darse cuenta que tal vez, en algunos aspectos han basado su vida en ideas concebidas por otros para mantenerlos en un estado hipnótico concreto.
¿Quiere realmente un religioso mirar qué tienen de bueno las ideas científicas? ¿O un científico qué tienen de bueno las ideas religiosas?
Quiere un militante de derechas mirar qué tienen de bueno las ideologías de izquierdas o un militante de izquierdas mirar lo bueno de las ideologías de derechas?
¿Quiere un rico mirar a un pobre en profundidad o un pobre a un rico?
Normalmente no, porque nos incomoda ya que nos enfrenta con nuestra propia programación y eso nos hace cuestionar nuestra hipnosis.
Si miramos de verdad, corremos el riesgo de cambiar, y eso a nuestra psique no le gusta porque cree que perderá el control.
Aunque el control que tenemos en esta realidad sea sumamente precario, y una idea absolutamente subjetiva, pero nuestra psique la necesita.Las posibilidades de despertar de la hipnosis colectiva están en relación directa a la cantidad de verdad que uno puede aceptar sin huir.
De todas las cosas que das por sentadas, de todas las cosas que crees necesitar o amar, ¿cuantas estas dispuesto a perder o a ver destruidas?
Esta pregunta causa miedo y la cantidad de miedo que sientas ante ella, es proporcional al margen de cambio que te vas a permitir.
He dicho muchas veces que el ser humano tiene terror a lo desconocido, pero la situación actual me ha hecho ver que estaba equivocada.
No podemos temer algo que no conocemos, sin embargo a lo que si le tenemos verdadero terror, es a perder lo que conocemos. Por eso mucha gente está paralizada a pesar de que señales de que necesitan cambiar, hay por todas partes.Escuché al respecto una metáfora que me gusto mucho.
La metáfora del Titanic, es como si hubieses gastado tanto dinero en comprar un camarote de primera clase, tanto esfuerzo en conseguir ese lugar, que prefieres no mirar que el barco se está hundiendo , prefieres no preocuparte por los movimientos y las caras de preocupación de la tripulación, y sigues en el salón principal aferrándote a tu copa de vino y la música de los violines…Gemma Pitarch.
No me pidas disculpas, si tienes la necesidad de hacerlo, debes saber que yo no las necesito.
Si tienes la necesidad de pedirme disculpas sigues creyendo en la fantasía de la dualidad.
Lo que estas diciendo con tus disculpas es que todavía crees que puedes herirme, por lo que todavía crees que alguien puede herirte a ti.
Eso implica que piensas que lo que sientes en un momento determinado depende de lo que otro te ha hecho y no de tus propios pensamientos y sentimientos al respecto de lo sucedido.
En cambio si vienes y me dices que te has dado cuenta de que proyectaste en mi tal o cual creencia, o tal o cual herida y de ahí tu reacción, yo sabré que has despertado un poco mas del sueño, que has aprendido algo nuevo a través de una experiencia conmigo y me sentiré feliz de haber servido de algún modo para que lo hagas.
Tus disculpas en cambio, solo me dicen que tarde o temprano la situación se volverá a repetir, porque sigues funcionando en modo automático, culpando a otros o culpándote tú por lo que sucede.
Las disculpas solo sirven para que el ego se satisfaga y se sienta con la razón: «yo estaba en lo cierto y tú no». No alimentan nada productivo.
No me pidas disculpas, dime lo que has descubierto de ti, lo que has aprendido y las resoluciones internas que has tomado al respecto a través de la situación. Yo te contaré las mías porque siempre es un movimiento recíproco, SIEMPRE. Entonces verdaderamente todo esto habrá sido fructífero.Gemma Pitarch
Estamos programados para la infelicidad y la insatisfacción.
Desde el momento que nos educan dentro de un sistema que nos enseña a conseguir cosas para estar bien o ser felices, la vida deja de ser una experiencia en si misma y se transforma en una eterna búsqueda de necesidades. Si no somos capaces de lograr las expectativas marcadas, nos sentimos fracasados.
Buscamos seguridad y felicidad a través de las cosas, otorgamos a los objetos y logros el valor de aportarnos algo que en realidad ya nos pertenece desde siempre.La felicidad es un estado interno, un estado de conciencia, pero dejamos de percibirlo cuando nos convencen de que hay que buscarla fuera.
La educación que recibimos nos convierte en adictos al éxito, a la aprobación, al reconocimiento social, a la aceptación y la competición. Y si no lo conseguimos, nos volvemos adictos a cualquier sustancia que tape el vacío de no haberlo logrado.Dejamos de disfrutar de las cosas amables de la vida, no hay tiempo para buscar formas en las nubes, para la risa o para un placido descanso con uno mismo, necesitamos estímulos artificiales cada vez mas fuertes.
Vivir es experimentar la vida no conseguir cosas u objetivos, pero al creerlo, hemos llegado al hecho dramático actual en el que la mayoría de personas, han confundido vivir con mantener vivo el cuerpo.
El cuerpo físico ya no es el medio a través del cual experimentar la vida, es el único representante de la vida, lo hemos convertido en otro logro, otro trofeo.
Conseguir que el cuerpo luzca de una manera determinada, con un peso concreto, adornarlo a la moda y en ultima instancia conservarlo con vida a costa de lo que sea, «estoy vivo si mi corazón late, lo demás no importa»No estamos vivos, somos la vida expresándose en un mundo físico.
El hecho mas dramático que existe no es la muerte del cuerpo físico, es experimentar la vida física, sin conciencia espiritual.Gemma Pitarch
Una noche un anciano indio Cherokee le contó a su nieto una historia. Le dijo: “Dentro de cada uno de nosotros hay una dura batalla entre dos lobos. Uno de ellos es un lobo malvado, violento, lleno de ira y agresividad. El otro es todo bondad, amor, alegría y compasión”. El nieto se quedó unos minutos pensando y finalmente le preguntó: ”Dime abuelo, ¿cual de los dos lobos ganará?”.Y el anciano respondió: “Aquél al que tu alimentes”
Esta metáfora es perfecta no solo para definir nuestro mundo psíquico y la eterna distopía entre ego y corazón.
También es perfecta para comprender el entramado más sutil del mundo en el que vivimos, o mejor dicho en el que “creemos vivir”
Vivimos alimentando al lobo que, si nos preguntan, juraremos querer destruir.
Lo alimentamos con el mero hecho de querer destruirlo, de pretender matarlo de hambre o rechazarlo por su oscuridad.
Unos deciden luchar contra el lobo negro, otros creen que no lo alimentan si lo ignoran, ajenos todos al hecho de que ambas actitudes son igualmente alimento, acción u omisión son lo mismo, distintas formas de seguir dándole un lugar de existencia en nuestro universo personal.
También el mito de la caverna de Platón es la misma metáfora, una maravillosa explicación de como funciona esto que definimos muchas veces como Matrix.
Dentro de la caverna, que es la representación de esta realidad, lo único que vemos todo el tiempo es nuestra propia sombra proyectada y vivimos por lo tanto reaccionando a ella. Creemos que los horrores que observamos están fuera, mientras somos nosotros todo el tiempo, creadores y actores de los escenarios que ante nuestra mirada se desenvuelven.
Al darle credibilidad a la fantasía proyectiva, le damos alimento y vida.
Al final lo que mantiene activa y funcionando toda la estructura holografica que denominamos Matrix, su argamasa y su fuente de alimentación es nuestro miedo.
Podemos comprender que vivimos en un holograma, que nuestra realidad es fundamentalmente proyectiva, que por consecuencia luchar, huir o ignorar lo que proyectamos es darle credibilidad y por lo tanto alimento.
Pero el verdadero aprendizaje es comprender y accionar el siguiente oximoron:
“La única manera de no alimentar al monstruo, es dejarse devorar por él”
Por supuesto esto último es simbólico, aunque al mismo tiempo la verdad más absoluta que existe y de su profunda comprensión depende el origen, el sentido y el futuro de nuestra existencia.
Gemma Pitarch
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¿EN QUÉ CONSISTE UNA CARTA DE DUELO?
Es una herramienta habitualmente usada en psicomágia, PNL, y terapéuticas emocionales.
Consiste en redactar una carta donde se expone los problemas, carencias, conflictos o herencias que hemos recibido de una persona, los bloqueos o heridas derivados de todo ello y el aprendizaje realizado con la experiencia…
No se redacta para entregar al destinatario, se usa como trabajo personal, de echo muchas veces se escribe para personas que ya no estan.
Aunque es habitual encontrar en las redes modelos de carta de duelo, cuanto más generica y despersonalizada es, menos efectiva resulta.
Una carta de duelo debe estar lo más personalizada posible, por lo que seguir ejemplos o modelos ya redactados no es la mejor opción.
Lo ideal es escribirla uno mismo, con nuestras propias palabras y emociones.
Para que una carta de duelo sea efectiva, previamente se ha de realizar un trabajo de introspección y análisis sobre cuál es el origen inconsciente de nuestro problema, porque la carta en realidad es un mensaje para nuestro inconsciente y debe estar redactada de manera que esta parte subjetiva, y simbólica de nuestra mente la comprenda.
Para ello la escritura debe surgir desde la emoción, debe atender todas las partes de nuestro dolor, emociones viscerales, resentimientos y también amor.
Normalmente tiene una estructura en tres partes:
Primero un saludo y una explicación racional de los motivos por los cuales se ha decidido escribir la carta, algo así como:
“Querido papá, te escribo esta carta porque me he dado cuenta que, el echo de no tenerte presente en mi infancia ha originado carencias e inseguridades de todo tipo en mi…”
Segundo un relato lo más emocional posible de todo el dolor que se ha experimentado y se experimenta como consecuencia de la herida, tipo:
“….recuerdo con dolor todas las veces que necesité tu consejo y no estabas, las veces que esperé en vano que tuvieras un momento para mi, o esperar una palabra de aliento…, ver que te sentías orgulloso de mis progresos y mis logros… sin nunca conseguirlo.
Como consecuencia de todo esto, me convertí en un adulto inseguro…. he buscado a través de las parejas la protección que tú no me diste…. he actuado y tomado decisiones siempre desde el miedo a equivocarme…”
La tercera parte sería encontrar un sentido positivo a la experiencia, agradecer y hacer una declaración de intenciones:
“Gracias a todo esto, reconozco que me he hecho más fuerte… más empático con el sufrimiento de los demás… o he aprendido a valorar la importancia de tener una familia… o me he esforzado por ser mejor padre/madre con mis hijos para que no pasen por lo mismo…”
“A partir de este momento suelto la necesidad de que me demuestres tu amor como a mi me gustaría.. o dejo de esperar en los demás la aprobación que tu no me diste… o suelto la necesidad de ser valorado para sentirme valioso…”
Si la persona no es capaz de ver aún un sentido positivo a la experiencia, o no encuentra motivos de agradecimiento, siempre puede agradecer (siguiendo el ejemplo del padre)
“gracias, porque gracias a que tú has vivido, es que yo tengo una vida…”
Hay que tomarse todo el tiempo que sea necesario hasta cercionarnos que no nos hemos dejado nada sin explicar, si nos bloqueamos, paramos y retomamos en otro momento.
Lo habitual despues de escribirla, es leerla en voz alta imaginando que el destinatarío está delante, frente a una foto suya, frente a su tumba, en un lugar especial que nos recuerde o simbolice a esa persona…. A más simbólico y ritualizado, más efectivo para el inconsciente.
Luego lo habitual es quemar la carta, y esparcir o enterrar las cenizas en un lugar representativo o importante para nosotros.
Hay muchos más modos y variantes, pero la estructura básica de una carta de duelo sería esta.
Gemma Pitarch.
Llamemos a las cosas por su nombre.
Pedir disculpas sin tener la culpa.
Bajar la cabeza teniendo razón.
Sacrificarte por los demás.
Ocultar tu dolor para no preocupar.
En definitiva colocar las necesidades y la felicidad de los otros por delante de la tuya, no te hace más generoso o mejor persona.
No es altruismo aunque pueda parecerlo.
Es el más grande de los egoísmos.
Porque le quitaste a alguien la oportunidad de aprender de sus equivocaciones.
Le quitaste la oportunidad de aprender a disculparse.
Le robaste la ocasión de hacerse responsable de su vida.
Le negaste la oportunidad de echarte una mano.
Y todo por no tener el valor de afrontar:
Tu miedo a expresar tu opinión.
Tu miedo a que dejen de quererte si no cumples todas las expectativas.
Tu necesidad de acallar tu conciencia.
Tu miedo a ser una molestia, parecer débil, mostrar tus emociones, tu miedo a ser tu mismo, a existir, a que te vean…
Todo el tiempo has hecho todo eso por ti y no por los demás.
Deja de engañarte, asume la responsabilidad de tu vida, atiende tus emociones, necesidades y heridas.
Sólo entonces estarás aportando algo sincero, genuino, equilibrado y hermoso a los demás.
Gemma Pitarch
Usamos las acepciones: ser humanitario, humanismo, humanidad dandoles un significado de altruismo y sentimientos positivos, que lamento decirte, no tienen en absoluto.
Nuestro lado “humano” es un complejo biológico cuerpo/mente instintivo y con una programación fuerte y clara, garantizar la supervivencia de la vida física.
Nos permite cierto rango de camaradería y altruismo mientras todo esté tranquilo, pero cuando algo va mal, el instinto humano es el de “salvese quien pueda”.
Nuestros instintos y automatismos inconscientes nos llevan a decisiones o acciones encaminadas al servicio a uno mismo y a veces por extensión a “los nuestros”.
Desde nuestro lado humanitario o humanidad, no generaremos algo distinto a lo que ya viene siendo “la historia de la humanidad”.
Sólo cuando vamos más allá del humano en cada uno de nosotros, conectamos con la PLENITUD que somos, nuestra DIVINIDAD o SER, pero para ello es necesario hacer un ejercicio de VOLUNTAD que muy pocos están dispuestos a atravesar, porque precisamente nuestra humanidad no nos lo pone nada fácil.
El ejemplo más comprensible y quizá experimentado por muchos, es el acto de atravesar un gran miedo. Necesariamente nos hemos exigido contradecir todas las alarmas biológicas e inconscientes que a través de una fuerte sensación de miedo y multiples pensamientos de justificación, nos han tratado de parar en nuestra VOLUNTAD de atravesarlo.
Pero después nos invade un sentimiento de PLENITUD y fuerza imparable, difícil de definir con palabras.
Eso es lo que verdaderamente ERES.
La PLENITUD es eso que se siente cuando atravesamos nuestra humanidad y solo se consigue a través de un ejercicio de VOLUNTAD y una decisión CONSCIENTE.
Por eso este SER (humano) que aquí escribe, ama valores como la fidelidad, el compromiso, la lealtad, la sinceridad, la honestidad, cumplir con palabra dada y no hacer a los demás aquello que no desearía para mi.
Todos estos valores contradicen mis instintos naturales y debo hacer uso de la VOLUNTAD de alinearme con el SER y no con mi biología y automatismos para llevarlos a cabo.
A veces cuando bajo la guardia, “me la juegan” y otras veces yo decido dejarme llevar, pues en ciertas circunstancias dan satisfacciones.
Nada está mal, ni bien, pero no estamos aquí, dentro de un cuerpo físico solo para entretenernos observando sus instintos.
Eso puede ser una parte del recorrido, pero la verdadera intención es poner nuestra DIVINIDAD en el tablero del juego.
El estado de PLENITUD sólo se alcanza yendo más allá de nuestra humanidad y sus instintos.
Hay un triángulo de comportamientos muy claro y definido en la sociedad actual, el triángulo víctima, verdugo, salvador.
Todos oscilamos entre los tres personajes, aunque alguno sea más marcado que otro.
Los tres discursos se alimentan de la creencia de que otro tiene la culpa de lo que les sucede, existen únicamente gracias a la fantasía de la separación y la dualidad.
El verdugo dirá que su infancia, la sociedad o la necesidad lo hicieron así, lo que en el fondo es un papel de víctima de sus circunstancias.
La víctima creerá que la culpa de su vida la tiene el verdugo y que si el verdugo dejase de hacer lo que hace se acabaría su sufrimiento.
El salvador necesita que haya víctimas y verdugos para encontrarle sentido a su existencia, sabe siempre lo que es mejor para los demás y es un compendio de consejos, pero miras su vida y es puro desastre.
Todos esperan, esperan y esperan a que el otro cambie, a que el mundo cambie o las leyes cambien para estar bien, pero ninguno asume la responsabilidad de cambiar algo en sí mismo.
Mientras exista la posibilidad de cambiar algo y no se haga, nadie será víctima de nadie más que de su propio miedo.
Y no habrá peor ni más tirano verdugo que aquel que permanece esperando a que alguien lo salve de su infierno, maltratándose al permanecer en su situación, teniendo la opción de cambiarla.
Para que el mundo cambie no podemos seguir creyendo en la fantasía de lo aparente, no hay partes, géneros o sexos, solo humanos desconectados de su divinidad y extremadamente confundidos, ajenos de sí mismos y su responsabilidad personal en lo que les sucede.
Una decisión valiente es lo que transforma lo humano en lo divino.
Gemma Pitarch