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La caverna de platón

Una noche un anciano indio Cherokee le contó a su nieto una historia. Le dijo: “Dentro de cada uno de nosotros hay una dura batalla entre dos lobos. Uno de ellos es un lobo malvado, violento, lleno de ira y agresividad. El otro es todo bondad, amor, alegría y compasión”. El nieto se quedó unos minutos pensando y finalmente le preguntó: Dime abuelo, ¿cual de los dos lobos ganará?”.Y el anciano respondió: “Aquél al que tu alimentes”

Esta metáfora es perfecta no solo para definir nuestro mundo psíquico y la eterna distopía entre ego y corazón.

También es perfecta para comprender el entramado más sutil del mundo en el que vivimos, o mejor dicho en el que “creemos vivir”

Vivimos alimentando al lobo que, si nos preguntan, juraremos querer destruir.

Lo alimentamos con el mero hecho de querer destruirlo, de pretender matarlo de hambre o rechazarlo por su oscuridad.

Unos deciden luchar contra el lobo negro, otros creen que no lo alimentan si lo ignoran, ajenos todos al hecho de que ambas actitudes son igualmente alimento, acción u omisión son lo mismo, distintas formas de seguir dándole un lugar de existencia en nuestro universo personal.

También el mito de la caverna de Platón es la misma metáfora, una maravillosa explicación de como funciona esto que definimos muchas veces como Matrix.

Dentro de la caverna, que es la representación de esta realidad, lo único que vemos todo el tiempo es nuestra propia sombra proyectada y vivimos por lo tanto reaccionando a ella. Creemos que los horrores que observamos están fuera, mientras somos nosotros todo el tiempo, creadores y actores de los escenarios que ante nuestra mirada se desenvuelven.

Al darle credibilidad a la fantasía proyectiva, le damos alimento y vida.

Al final lo que mantiene activa y funcionando toda la estructura holografica que denominamos Matrix, su argamasa y su fuente de alimentación es nuestro miedo.

Podemos comprender que vivimos en un holograma, que nuestra realidad es fundamentalmente proyectiva, que por consecuencia luchar, huir o ignorar lo que proyectamos es darle credibilidad y por lo tanto alimento.

Pero el verdadero aprendizaje es comprender y accionar el siguiente oximoron:

La única manera de no alimentar al monstruo, es dejarse devorar por él”

Por supuesto esto último es simbólico, aunque al mismo tiempo la verdad más absoluta que existe y de su profunda comprensión depende el origen, el sentido y el futuro de nuestra existencia.

Gemma Pitarch

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