Seguro que alguna vez has visto a un niño, pequeñito darse un golpe con algún objeto y romper a llorar diciendo: ¡la mesa me ha pegado! o ¡la silla me ha hecho pupa!.
Es una anécdota graciosa que todos los niños hacen en algún momento de sus vidas.
Luego cuando son algo mayores, saben que la mesa no les pega pero igualmente la culpa de lo que les pasa siempre es de otro niño, el profesor, o cualquier otra circunstancia externa a ellos.
Los niños no tienen recursos propios para gestionar lo que les pasa y necesitan de los adultos para solucionar sus problemas.
La diferencia entre un adulto y un niño es que el adulto se hace responsable de su vida mientras que el niño no puede.
De echo cuando por circunstancias sociales un niño se ve obligado a salir adelante solo, lo que hace es sobrevivir, no vivir.
Cualquier carencia afectiva o situación traumática vivida durante la infancia, ocasiona que una parte de nosotros se quede como congelada en el tiempo.
Nuestro cuerpo sigue creciendo, pero nuestra evolución emocional o psíquica se para en ese momento de carencia o drama para siempre.
Casi todos nosotros somos niños heridos, habitando dentro del cuerpo de un adulto.
A esto hay que añadirle que desde hace mucho tiempo, la educación social que recibimos está específicamente diseñada para generar seres dependientes.
La autosuficiencia no interesa, no es lucrativa ni facilita el control de la población.
Tenemos tan interiorizada la dependencia de lo externo que retomando el ejemplo del niño, Cuando llora porque la mesa le hace pupa, viene la mamá y le pega a la mesa, ¡¡ mala, mala, mala que le has hecho pupa al nene !!. Reforzando así ya desde la cuna, dicha programación.
Entonces ¿cómo identificar al niño que vive en el cuerpo del adulto?.
Te doy algunas pistas:
Si sientes que no vives tu vida, si no que más bien la sobrevives.
Si usas a menudo frases como: “ estoy cansado de luchar “.
Si sueñas constantemente con que algún día, aparezca alguien o algo que te rescate de tu situación, padre, madre, novio, novia, médico, terapeuta, la lotería…
Si estas permanentemente esperando que tu situación cambie, que tu marido, mujer, trabajo,casa, cambien, para así estar mejor.
Si crees que cuando tengas un teléfono mejor, una casa mejor, un coche mejor… serás más feliz.
Déjame decirte:
No hay diferencia entre decir que sufres por culpa del gobierno o porque la mesa te ha hecho pupa.
La diferencia entre un niño y un adulto es, que el adulto se hace responsable de su vida y de lo que le pasa.
El adulto toma determinaciones y decisiones, actúa en consecuencia y si no obtiene el resultado que espera, aprende de ello y lo intenta de otro modo.
El adulto cambia lo que no le funciona y no espera que los demás cambien.
El adulto construye su propia realidad, no espera que otros vengan a sacarle de sus apuros.
El adulto se hace cargo de lo que siente, no culpa a los demás de sus sentimientos.
Cuando vivimos nuestra vida desde el niño herido no la vivimos, la sobrevivimos.
Sanar las heridas de nuestro niño interno se hace necesario para hacernos cargo de nuestra realidad de adultos y poder cambiarla.
Pues mientras este trabajo no esta hecho, vivimos con la sensación constante de no tener recursos, capacidad o fuerzas suficientes para afrontar lo que nos pasa.
Al igual que un niño que estuviera solo en el mundo, caminamos mendigando ayuda y esperando que alguien venga y nos rescate.
Solo una parte de nuestra mente se ha quedado atrapada en la infancia. Pero el enfoque, el punto de vista desde el que observamos nuestra vida se encuentra ahí y desde esa perspectiva no vemos nada más que nuestro miedo y falta de recursos.
Por eso interesa a nivel social mantenerte en la mente infantil, porque desde esa visión es fácil convencerte de cualquier cosa.
Desconfía de los discursos que condenan la auto-suficiencia y auto-responsabilidad, alegando que no tienes los estudios, la inteligencia o la capacidad de discernimiento suficiente, para saber lo que te conviene.
Suelen proceder de niños viviendo en un cuerpo de adulto. Niños que sobreviven aferrados a un título o cargo que creen importante y cuya falsa seguridad procede únicamente, de la fantasía de sentirse protegidos por papa sistema.
En realidad tienes de serie, todo lo que necesitas para ser auto-suficiente y auto-responsable.
Solo que nadie te lo ha dicho hasta ahora.
Tus recursos son ilimitados, el único límite que tienes, es el que tú te pones.
Si a un niño le dices que no abra nunca una puerta de la casa, porque lo que hay dentro da mucho miedo y es muy peligroso para el, no la abrirá jamás.
Y así nos pasamos la vida, viviendo con esa habitación que contiene todos nuestros recursos y sin atrevernos a abrir la puerta.
Entonces para hacerte cargo de tu vida, el primer paso es sanar a tu niño interno, para después posicionar tu mirada en el adulto que eres y desde ahí, abrir la puerta.
Gemma Pitarch.