
Extracto de Diario de una oDiosa
El noventa por ciento de la población actual se percibe únicamente como un cuerpo físico con una mente que razona, en la mayoría de los casos, sin control.
El diez por ciento restante se encuentra atravesando algún proceso de autodescubrimiento.
La mente humana puede funcionar durante toda una vida, simplemente aportando respuestas que ya están predeterminadas y que tienen como única función garantizar la supervivencia de la vida física.
Si se realiza algún tipo de entrenamiento o disciplina sobre la mente racional o voluntaria, el humano podrá alterar en algunos casos sus respuestas y, así, lograr cambios de comportamiento o hábitos.
Si repite una acción el suficiente número de veces, esta se volverá automática y pasará a la base de datos de la siguiente generación.
Es un sistema evolutivo perfecto, como todo en el universo.
Pero nada de esto ayuda al sistema biológico humano a acceder a la conciencia que lo habita. O dicho de otro modo, nada de esto ayuda a la conciencia espiritual a abrirse paso en la psique humana.
Mientras el ser humano permanece sin una apertura a la conciencia espiritual, experimenta terror a la muerte.
Es natural, puesto que se percibe así mismo como un conjunto organizado de neuronas y células con fecha de caducidad, un final que supone la desaparición definitiva.
Este estado de conciencia trata de ignorar el proceso natural de la muerte, hasta el momento inevitable en que debe enfrentarlo.
Entonces, presa del miedo, se aferra a cualquier creencia que prometa algún tipo de continuidad o permanencia.
Para eso se idearon los conceptos de vida eterna o resurrección de las religiones. Son un paliativo perfecto al miedo a la desaparición, ya que prometen una continuidad de la existencia.
Pero esa promesa es explicada desde el miedo y entendida también desde el mismo miedo como una permanencia de la identidad personal, justo lo único que, junto con el cuerpo físico, es impermanente.
Estos conceptos o creencias apaciguan en muchos casos el temor en los instantes previos a la muerte. Pero dificultan enormemente el tránsito por los estados posteriores a esta, pues alargan más tiempo del necesario la identificación con la personalidad que se ha tenido durante esa vida.
Esta es una de las razones por las que es importante lograr una comunicación fluida entre el cuerpo físico y el espiritual, durante la experiencia de vida…
Extracto de Diario de una oDiosa
Gemma Pitarch
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