
Cuando explico cómo los niños incorporan y somatízan los estados emocionales de la madre o de la problemática familiar y los expresan a través de síntomas, un pequeño porcentaje de mujeres, no quiere ni oír hablar de la posibilidad de que lo que les pasa a sus hijos, tenga que ver con ellas y prefieren seguir buscando en el exterior el motivo y la solución del problema de sus hijos.
Esto está bien, afortunadamente hay tantas opciones disponibles como estados de conciencia. Cada persona ha de seguir su camino en coherencia con lo que piensa y siente, ( en eso estamos todos).
Otras mamás, tras la explicación de rigor, vienen a verme.
Dependiendo del síntoma de sus hijos estudiamos: el transgeneracional y la vida de la mamá antes, durante y después de la gestación hasta el momento actual.
Cuando toman conciencia de la problemática que están somatizando sus hijos entran en un sentimiento de gran culpabilidad que perdura incluso después de que el niño, tras los cambios aconsejados se haya sanado.
Se sienten responsables del sufrimiento de sus hijos y pocas emociones son más demoledoras que pensar que tú, le has ocasionado sufrimiento a lo que más quieres.
En este punto a algunas personas les ayuda tener una conciencia holística de nuestra realidad y pensar que es una experiencia que tanto el niño como la madre han decidido de antemano vivir juntos.
Pensar que hay una intención de evolución espiritual en todos nosotros, que se manifiesta a veces de modos dolorosos, para ayudarnos a tomar conciencia y propiciar aprendizajes de vida, ayuda a observar la situación sin auto-castigarse por ella.
Desde esta perspectiva libros como “Curación a través de un curso de milagros” de Enric Corbera, pueden ser de gran ayuda.
Pero aún si no se tienen creencias espirituales, se puede aprender de la situación sin entrar en la culpabilidad.
La dependencia y la fidelidad inconsciente del niño hacia su madre es absoluta y el inconsciente biológico del bebé, puede incorporar conflictos en pos de repartir cargas y garantizar su supervivencia.
Si la madre vive una situación conflictiva y enferma, el niño tiene muchas menos probabilidades de sobrevivir que si la madre está sana y es él el que enferma.
También puede verse como un acto de amor incondicional del niño hacia la madre, incorporando sus conflictos.
Sobre este tema Salomon Sellam ha escrito un libro donde explica muy bien el proceso:
“La incorporación emocional. Amar hasta caer enfermo.”
Otro caso típico en consulta, son mujeres con una gran culpabilidad por no sentirse bien en su papel de madre.
En las revistas de premamás y en todos los medios de comunicación, nos venden la época de gestación como un estado de éxtasis en el que la mujer siente amor, esperanza, ilusión, felicidad y la maternidad como una época donde la mujer se siente plena y feliz.
Pero hay mujeres que solo sienten todo esto a ratos y otros momentos se sienten invadidas, limitadas, agobiadas, con su libertad coartada, con ganas de salir corriendo y retomar su vida laboral cuanto antes.
Han vivido mal su embarazo y se han sentido agobiadas durante la crianza, aman a sus hijos y se sienten malas madres por desear alejarse de ellos.
Muchas de estas mujeres están funcionando con su cerebro masculino y por lo tanto viven con dos informaciones contradictorias: la información de su biología femenina (que es la que impera en los momentos en los que se siente a gusto en su papel de madre) y la información de su cerebro masculino que les pide salir de casa, trabajar, independencia, espacio etc.
Existen diferentes motivos por los que una mujer puede funcionar en masculino, ser zurda o haber sido deseada por sus padres como chico, son los más habituales.
Es muy satisfactorio ayudar a una mujer a entender que su comportamiento es coherente con su funcionamiento biológico, comprender que no es una mala madre y darle pautas que la ayuden a ser feliz en su maternidad, sin renunciar a su biología ni auto-castigarse.
Gemma Pitarch